Muchos me preguntan qué hace un arquitecto dedicado a la traducción. Sucede que fue una vocación tardía, como suele sucederle a casi un cincuenta por ciento de los traductores. Una inclinación descubierta en una instancia diferente, liberadora de la mente. Fue allá por 2001, después de un largo año de intensas vivencias de mediación intercultural. Me atreví a decirlo con todas las letras: si voy a integrarme a un equipo de arquitectos, ingenieros y constructores, ¡quiero ser el traductor de ese equipo! Palabras más, palabras menos, así fue como comenzó todo. El resto fue mucha agua que pasó bajo el puente.
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