Proyecto: traducir la arquitectura

En el número del Boletín de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay correspondiente al mes de agosto de 2021 se publicó un artículo de mi autoría, que comparto a continuación.


Amanece en Montevideo, mi casilla de correo sonríe llena de mensajes. En un estudio de arquitectura en Berlín ya están almorzando y esperan mi respuesta. Mientras tanto, un ingeniero hondureño no puede dormir tranquilo tratando de resolver un inminente problema de acondicionamiento térmico en el próximo hospital que se inaugurará dentro de unos meses en su ciudad natal.

Hace treinta años, cuando estudiaba en la Facultad de Arquitectura, esta historia parecía imposible. Si además pensamos que había estado toda mi vida aprendiendo idiomas con mucha pasión, todo parecía sugerir que mi futuro era irme del país para ejercer la profesión. Pero en el siglo XXI, el mundo de la red de redes y la especialización profesional han hecho viable esta nueva modalidad. Al punto que es mi rutina.

Reciclar la práctica profesional requiere mucha inventiva. Los foros de discusión profesionales fueron un valioso aliado a la hora de aprender nuevas tendencias, herramientas y secretos. También debí aprender a «escuchar» un nuevo mercado. Además, fue indispensable adquirir un software específico para hacer más ágil y efectiva la traducción humana, esa misma que sigue siendo invalorable hoy, con tanta cháchara sobre traducción automática.

Pero además de ir estableciendo contacto con agencias de traducción, colegas y algunos clientes directos (en ese orden fueron apareciendo), algo en mi interior me iba dictando al oído por dónde tenía que moverme. Había una acumulación, casi inconsciente, de conocimientos, experiencias, intuiciones finas y maneras de proceder. Durante varios años estuve ejerciendo una nueva profesión de manera casi intuitiva. Aunque no solo me guiaba la intuición; también tenía un fuerte sentido del deber, tal vez una reinterpretación de la responsabilidad decenal pero trasladada a otro plano (¿o acaso un traductor no es de algún modo responsable por las consecuencias nefastas de unas instrucciones de uso mal traducidas?). Me dejé llevar por un sano juicio que se inspiraba en la formación recibida en la Facultad de Arquitectura, muy amplia y abarcativa, más lo que tenía de práctica profesional en estudios de arquitectura en Uruguay y también en Alemania.

¿Y qué opinaban los colegas? En el mundo de Internet, no había cuestionamientos: quienes requerían de mis servicios especializados los solicitaban, si yo cumplía con eficiencia ya estaba satisfaciendo sus necesidades y esa era mi mejor carta de presentación para seguir trabajando. Pero acá en Uruguay, muchos me preguntaban qué hacía un arquitecto dedicado a la traducción. Se trataba de una vocación tardía, como le sucede a casi un cincuenta por ciento de los traductores. Una inclinación descubierta en una instancia diferente, liberadora de la mente. Fue allá por 2001, después de un largo año de intensas vivencias de mediación intercultural, me atreví a decir con todas las letras: si voy a integrarme a un equipo de arquitectos, ingenieros, constructores y agentes inmobiliarios, ¡quiero ser el traductor de ese equipo! Palabras más, palabras  menos, así fue como comenzó todo. El resto fue mucha agua que pasó bajo el puente.

Así llegamos a la actualidad. Semana a semana, pasan por mi estudio profesional un montón de textos procedentes del mundo de la arquitectura y la construcción. Licitaciones, consultoría de proyectos de infraestructura, patentes de invención de materiales, folletos de inmuebles, etc. Hasta un libro sobre arquitectura de museos, que exhibo con mucho gusto.[1] Algunos pedidos son «para ayer», otros con más tiempo. Pero siempre demandan mi especialidad, mis conocimientos, mi experiencia previa en los temas. Haberlo vivido, además de estudiarlo.

Y toda aquella acumulación de conocimientos y práctica estaba como a la espera de un fundamento teórico que le diese un nuevo sustento. Finalmente, esa instancia llegó en 2010. Accedí a un posgrado en traducción en el Universitario Crandon (IMUC), invitado como docente de Teletrabajo en Traducción; cuando vi el contenido del plan de estudios, no lo pensé dos veces, yo también tenía que estar allí como estudiante. Ese fue el comienzo de una nueva etapa, muy enriquecedora, con inesperada proyección.

Pronto comencé a colaborar como docente de traducción técnica, y también en la tutoría de proyectos finales de traducción. Para orientar a los estudiantes, siempre era necesario plantear un proyecto de traducción, muy detallado. En un proyecto de traducción se especifican el lugar de partida (con particular énfasis en la autoría del texto original); la finalidad de la traducción (el llamado «escopo») con su público de destino, se realizaba un pormenorizado análisis textual; y al ejecutar la materialización del proyecto, se debía ser fiel al propio proyecto, la única manera de asegurar un juego limpio a la hora de resolver las incertidumbres de los desafíos planteados, como la intraducibilidad o la necesidad de neologismos específicos. Y por último, realizar una (auto)crítica de la traducción; la crítica como disciplina productiva.

El concepto de proyecto de traducción fue puesto en relieve por Antoine Berman, filósofo y traductor francés, quien le dedicó los últimos años de su breve pero rica vida a reflexionar sobre esta ciencia tan poco explorada. En vez de plantear una teoría de la traducción, esbozó sus ideas para una crítica de la traducción. Entendida como un proceso continuo, de ida y vuelta, recurrente. La crítica como actividad generadora de teoría; ir de la práctica a la teoría, una postura muy innovadora, por no decir pragmática. Además de plantear un sumo respeto al sujeto traductor, como individuo con identidad, valores, prejuicios, lleno de limitaciones. El sujeto traductor como ser humano, finito, escaso; lejos de ser un ente neutro, es consciente de lo propio, y experimenta una vivencia de lo extranjero.

Todo esto me movilizó hasta la última fibra. Yo ya había aprendido arquitectura, construcción, tecnologías, en realidad un proceso de aprendizaje continuo que sigue día a día, parecía que el escenario de actuación profesional ya estaba dado de antemano. Pero ¿qué sucede cuando los vasos comunicantes no son tan claros? En algunas situaciones, es posible que entre la cultura del texto fuente y la del texto meta haya un abismo comunicativo. Es tarea del traductor responsable construir puentes para permitir esa conexión, esa mediación intercultural. Ahí es donde la importancia del proyecto de traducción se vuelve medular. Hay culturas que necesitan mucha traducción de ideas y de conceptos. Enriquecerse, devorarse y digerir lo venido de afuera (parafraseando al viejo «Manifiesto antropófago» del Brasil de la década de 1920). Tarea titánica si las hay. La multitud de seres humanos que proyecta y traduce, será la que enriquezca los vasos comunicantes entre las culturas. No es tarea fácil, se puede sufrir mucha incomprensión; pero vale la pena aportar algo de la cal y arena que se necesitan para unir tantos ladrillos, para construir un edificio sólido y esplendoroso, que algunos llaman interculturalidad.

Y así, mientras mi subconsciente continúa en profundas cavilaciones sobre la finitud del ser humano que se enfrenta a esta tarea, lo urgente no deja tiempo para lo importante, como siempre. Si me disculpan, debo responder al correo del estudio de arquitectura en Berlín. Así, dentro de pocas horas, los alemanes comprenderán las limitaciones a las que se enfrenta el ingeniero en Honduras, y poco después, con otro correo retraducido, este profesional contará con una orientación metódica a seguir, además de un plazo más generoso para continuar luchando.


[1] Van Uffelen, Chris. Museos. Arquitectura. Potsdam: h.f.ullmann publishing, 2010.

5 comentarios sobre “Proyecto: traducir la arquitectura

  1. Muchas gracias Arq. Descalzi por compartir su experiencia en el campo de la traducción, es un artículo muy interesante y me ha abierto otros puntos de vista a tener en cuenta en el camino para lograr ser una profesional de la traducción competente y eficaz. Aguyjetaite Paraguay guive.

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